martes, 15 de enero de 2013

LA HUÍDA



Una lágrima inmisericorde se deslizó lentamente por su mejilla, mientras apretaba contra ella aquel bulto envuelto en una manta. Con el mayor de los sigilos había levantado a su pequeño de dos años y, sin quitarle siquiera el pijama, lo había abrigado y ahora salía de casa con él en los brazos. En la otra mano arrastraba una diminuta maleta en la que metió unas pocas prendas de ambos, mientras procuraba no hacer ruido para que él no se percatara de su huída.
El frío intenso le golpeó en la cara cuando se dirigía al coche. Sentó al niño en la silla, metió la maleta en el asiento del acompañante y puso en marcha el motor, rezando para no ser oída, para poder escapar.
Atrás quedaban cinco años de convivencia, de recuerdos, de palizas… Pero él no volvería a hacerle daño nunca más. Ella se había tragado su orgullo y, por el bien de su hijo, había decidido emprender un camino sin destino fijado pero lejos de todo aquello.
Mientras circulaba por aquella carretera oscura pensaba en el cambio que iba a dar su vida. En aquella casa había perdido la ilusión de vivir, sus sueños, sus metas. Poco a poco él había ido minando su autoestima, la había hecho creer que no valía para nada, que era una basura que no merecía ni la más mínima atención. Y ella le había creído… hasta ese instante.
Todo empezó al poco tiempo de casarse. Comenzó criticando su forma de vestir, incitándola a cambiar su forma de ser, menospreciando los esfuerzos que hacía para mantener la casa limpia y la comida caliente al volver del trabajo. En seguida, la hizo abandonar aquel puesto para dedicarse en exclusiva a él. Y luego llegaron las palizas. Un día fue una bofetada por algo sin importancia, otro día un empujón contra el armario, y después las relaciones sexuales forzadas.
Cada día, él llegaba más tarde del trabajo, la mayoría de las veces borracho, y entonces la insultaba y la pegaba hasta caer rendido en el sofá.
Ahora todo eso había acabado. Pediría ayuda si era necesario, pero no pensaba soportar ni un segundo más ese menosprecio, ese maltrato.
 Por el espejo retrovisor miró al pequeño que dormía plácidamente en su asiento. «Por ti, mi amor. Hago esto por ti». Inspiró profundamente y volvió la vista desafiante a la carretera. Allí delante estaban su destino y su futuro. Su vida. Nadie le haría eso nunca más. Nadie.

10 comentarios:

  1. Real como la vida misma desgraciadamente!!! gracias por compartirlo :)

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  2. Bien, por ella y su decisión. Estupendo relato, sí señora.

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  3. Un relato increíble, Violeta. Muy real.

    Gracias por regalárnoslo.

    Kisss.

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  4. Jo, Violeta, con lo contenta que estaba me has dejado un poco "asín". Conmovedor!!

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  5. Me gusta mucho, mucho, mucho. ¡Enhorabuena, preciosa!

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  6. Mucho tardó...esa es la pena de la realidad.

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  7. Estremecedor! Como la vida misma cielo!

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  8. La madre...se me ha puesto la piel de gallina,precioso,Te quiero muassssssssssss

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  9. Un relato pero que muchas mujeres viven ó han vivido. Muy bien escrito la narracion es tan real...

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  10. Nunca, nunca permitas que pisoteen tu dignidad, porque si permites que lo hagan una sola vez, te acabarás viendo en mitad de una carretra secundaria huyendo hacia ninguna parte.

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