miércoles, 15 de diciembre de 2010

Una Navidad diferente

Martha tiró el vaso del café de la máquina a medio consumir a la papelera de la sala de descanso, y salió rápidamente con destino a la entrada de urgencias, al oír que la llamaban por megafonía, chancleteando con sus zuecos en una rauda carrera por los pasillos. Acababa de empezar su guardia esa Nochebuena… como los últimos cuatro años.
Ese año había sido Estelle la que le había pedido con voz suplicante que le cambiase el turno.
-Yo te haré la guardia que quieras, pero por favor, por favor, ésta será mi primera Nochebuena en casa de los padres de Paul y no quiero faltar. Por favor, por favor ¡di que si!
Y ¿quién era capaz de resistirse a los ojos llorosos de una rubia encantadora? Martha no tenía planes, así que le cambió la guardia. Maysi, su gata sveafelinus color caramelo, podría arreglarse perfectamente sin ella esa noche. Le había dejado una lata de Whiskas gourmet, el plato con el agua, y un cuenco con leche y cacao. Jamás había conocido una gata tan golosa como ella, pero la leche chocolateada era algo que hacía que se relamiese los bigotes. Sonrió levemente recordando la cara de satisfacción que ponía Maysi ante las fruslerías de ese tipo.
“¿Qué sería esta vez?” – pensó. En urgencias entraban todo tipo de afecciones, pero en noches como esa, la mayoría eran intoxicaciones etílicas y accidentes de circulación. Esperaba de todo corazón que no hubiese ocurrido lo que dos años atrás. Un accidente en el metropolitano había traído de cabeza a todo el personal del hospital por la cantidad de heridos, y la noche transcurrió en un incesante ir y venir de camillas, sillas de ruedas y personal sanitario. Agotador. Confiaba en tener ese año una guardia menos ajetreada.
Cruzó las puertas abatibles que daban acceso a la sala de urgencias, y encontró todo tranquilo al entrar. No había demasiado movimiento, luego no debía ser nada grave. Ty, el auxiliar que estaba en la isleta del control de enfermeras le dijo que la estaban esperando en el despacho del jefe de urgencias.
Martha le miró con gesto extrañado, arqueando una ceja.
-Si, querida – dijo Ty – Al parecer un hombretón de metro ochenta que ha entrado al hospital unos minutos después que tú es el nuevo interno, y esta noche está de jefe de guardia. ¡Bonita noche para empezar….!
Martha sonrió y dándole las gracias a Ty por ponerle sobre aviso se dirigió al despacho de Ted.
Ted Dawson era el jefe de urgencias desde que Martha recordaba. Hacía ya seis años que trabajaba en ese hospital, y la imagen que tenía en la cabeza del día de su incorporación a la plantilla, iba innegablemente unida a un anciano de cabello canoso, elegante y serio, pero que siempre se había comportado con ella como el padre que perdió de pequeña.
Tocó en la puerta con los nudillos para, acto seguido, abrir con un discreto “¿Se puede?” que recibió una respuesta afirmativa, con una gran sonrisa por parte de Ted.
-Entra, Martha. Quiero presentarte a Stewart Collins, el nuevo interno. Stu, esta es Martha, nuestra enfermera más competente.
Cuando el desconocido se levantó y se dio la vuelta, Martha perdió el aliento. El calificativo de “hombretón” que había utilizado Ty quedaba escaso ante semejante ejemplar masculino. Debía pasar en dos o tres centímetros el metro ochenta, y tenía todos los músculos esculpidos perfectamente sobre el cuerpo, como un David realizado en carne y hueso para el deleite del género femenino. Una cuidada cabellera negra y unos ojos marrón chocolate completaban el conjunto. Al salir de su estupor, Martha se dio cuenta de que le estaba tendiendo la mano, así que la estrechó con la suya, notando, amén de la fuerza del apretón de manos, una corriente eléctrica que hizo que todo su vello corporal se pusiera de punta.
-Martha – dijo Ted – Quiero que te encargues personalmente de que Stu se sienta cómodo. Es su primer día con nosotros y confío plenamente en ti para que le enseñes todo sobre nuestras urgencias. No te separes de él y muéstrale lo que necesite saber. Está especializado en medicina interna, así que, esta Nochebuena harás la guardia en ese sector.
-Pero, Ted – replicó – Yo de medicina interna no sé casi nada. Sabes que siempre he estado en traumatología.
-Bueno, pues es un buen momento para empezar. Este año no estaré con vosotros. Me voy a pasar la Nochebuena con mis nietos. Stu, te dejo en manos de Martha.
Y haciendo un gesto con las manos, les despidió sin más. Salieron del despacho y Martha guió a Stu hasta el centro neurálgico de urgencias, donde se gestionaban todas las altas, bajas y traslados a planta de cualquier persona que fuera atendida allí. Presentó a Stu a los demás compañeros que estaban de guardia esa noche, incluido Ty, el cual le miró con ojos golosos; lo que le valió una reprimenda visual por parte de Martha he hizo que pusiera los ojos en blanco. Tras las presentaciones se dirigieron al despacho del jefe de guardia, donde Martha procedió a comentarle el funcionamiento de las urgencias en una noche como ésa.
Apenas había empezado con sus explicaciones cuando una llamada por megafonía les hizo salir corriendo hacia la entrada de urgencias. Unos paramédicos estaban entrando con una camilla a toda velocidad.
-Varón. 75 años. Tensión 20-12. Pulso 85 muy débil. Ha recuperado el conocimiento cuando veníamos hacia aquí.
-¿Qué ha ocurrido? – preguntó Stu
-No lo sabemos. Nos llamó su vecina porque no respondía al timbre. Le estaban esperando para la cena de Nochebuena Al entrar en la casa se lo encontró tirado en el suelo y nos llamó.
-Bien – dijo Stu haciéndose enseguida cargo de la situación – Vamos a subirlo a esa camilla. A la de tres: uno, dos, ¡tres! Esto ya está, gracias chicos.
Los paramédicos se fueron y se quedaron Martha y Stu con el anciano, que aun conservaba puesta la mascarilla de oxígeno y la vía con el suero.
-Hola, abuelo. ¿Cómo se llama? – le preguntó Stu cariñosamente
-Matthew Rider – dijo fatigosamente el hombre
-Bien, Matt. ¿Recuerda algo de lo que le ha ocurrido? – Stu continuaba preguntándole mientras le auscultaba con el fonendoscopio, le miraba las pupilas y comprobaba sus reflejos
-Estaba vistiéndome para cenar con unos amigos cuando me he mareado. Intenté salir para pedir ayuda a la señora Banks pero he debido desmayarme por el pasillo.
-Martha – dijo Stu dirigiéndose directamente a ella – Quiero una placa de tórax y otra de cabeza, un electrocardiograma y analítica completa. Y lo quiero ya.
“Y encima es un prepotente” – pensó Martha – “Se creerá que el único que tiene pacientes esta noche es él” – y soltando un pequeño bufido salió del box donde se encontraban.
Se acercó a la mesa de Ty a pedir las pruebas, haciendo hincapié en la urgencia de las mismas, lo que le hizo que Ty levantara las cejas. Para evitar darle explicaciones Martha volvió de nuevo al box.
Una hora más tarde, todas las pruebas estaban realizadas, y Stu había diagnosticado un micro-infarto al anciano. Decidió que pasaría esa noche en observación en el box número 6 y que a la mañana siguiente le pasarían a planta.
Martha se encargó personalmente del traslado, procurando que Matt estuviera cómodo en todo momento. Toda la preocupación del hombre consistía en que debían avisar a la señora Banks para que no contase con él para la cena, y Martha le prometió que sería ella misma quien llamase por teléfono para avisar de lo sucedido.
Una vez avisada la vecina de Matt, que quedó en acercarse al día siguiente para ver como se encontraba, Martha se dirigió al despacho de Stu para consultarle sobre lo que debían hacer con el anciano.
-Stu, perdona. ¿El señor Rider puede comer algo?
-Si le apetece, sí. No creo que tenga muchas ganas, pero si tiene hambre puede tomar algo ligero. El momento de mayor riesgo ha pasado. Ahora sólo nos queda esperar su mejoría.
-Gracias. Voy a encargarme de ello.
Y diciendo esto salió de nuevo del despacho para volver al box.
-Matt, ¿le apetece comer algo? – le dijo dulcemente – La hora de la cena ya ha pasado, pero si tiene hambre me puedo encargar de su cena de Nochebuena. No estará tan sabrosa como la que pensaba degustar con la señora Banks, pero al menos comerá algo.
Matt era un anciano entrañable. Sus ojos emitían una ternura desmesurada y el abundante pelo, que conservaba en su totalidad, era de color blanco como la nieve. Martha no pudo evitar pensar en su abuelo. El anciano le recordaba tanto a él…
-¿Me darán un caldo de sobre y una pechuga de pollo seca? Si es así, prefiero no cenar
-Jajaja – rió Martha – No se preocupe, Matt. Yo me encargaré de que le traigan otra cosa. Aunque lo del caldo va a ser inevitable….
-Confío en ti, jovencita – le respondió con una sonrisa
Martha se dirigió a la mesa de Ty, y se acercó a él con una sonrisa en los labios.
-Tienes la cara del gato que se comió al ratón – le dijo Ty alegremente - ¿Qué estás tramando, bruja?
-Ty, amor, necesito que me hagas un favor especial – y le detalló lo que deseaba para la cena del anciano
Ty puso los ojos en blanco, en un gesto muy habitual en él, pero accedió a los deseos de Martha. “Ya podía ser ella la jefa de enfermeras, y no esa vinagreta que tenemos” – pensó Ty, disponiéndose a hacer cuantas llamadas de teléfono fueran necesarias para atender el pedido de Martha.
Ella se dirigió de nuevo al despacho de Stu para indicarle que ya estaba todo arreglado con respecto a la cena del señor Rider. Abrió la puerta y chocó literalmente con él, que se disponía a salir. Las carpetas que Stu llevaba en la mano salieron disparadas en todas direcciones desparramándose por el suelo del despacho.
-Lo siento – balbuceó Martha sin saber que más decir y se arrodilló en el suelo dispuesta a arreglar el desastre
-No pasa nada – respondió Stu, agachándose a recoger los papeles junto a Martha.
Fue un leve contacto de sus manos al ir a recoger uno de los expedientes lo que hizo que ambos se quedasen paralizados, mirándose a los ojos. La corriente eléctrica que fluía entre ellos se podía percibir desde el exterior. No decían nada, pero ambos eran incapaces de romper ese contacto visual. Hubieran estado así horas y horas si no hubieran sido interrumpidos por el sonido del “busca” de Stu.
-Mierda – dijo leyendo el mensaje – Problemas con el señor Rider.
Se levantaron del suelo como impulsados por un resorte y salieron corriendo hacia el box. Al llegar allí una de las enfermeras estaba intentando coger de nuevo la vía que el anciano se había arrancado.
-Matt ¿Qué ocurre? – le preguntó Martha
-Intentaba ir al baño y estas estúpidas no me han dejado. Se han empeñado que tengo que hacer mis necesidades en ese…. ¡artilugio! – espetó malhumorado señalando la botella
-Yo me encargo – le comentó Martha a la enfermera, tomando su lugar para coger la vía de Matthew – Vamos a ver, Matt. Tiene que hacer sus necesidades en ese “artilugio” porque necesitamos recoger la orina para analizarla. Lo sé, lo sé – dijo haciendo un gesto con la mano cuando él le iba a interrumpir – Es una asquerosidad y además no tiene intimidad ninguna, pero es necesario para que se ponga bien.
Mientras Martha le iba diciendo todo esto, le había puesto de nuevo el suero en su sitio y le había acercado la botella que el anciano cogió a regañadientes.
-Vamos a hacer una cosa – continuó Martha – Nos vamos a marchar todos de aquí y le vamos a dejar las cortinas cerradas para que pueda hacer sus necesidades sin que nadie le moleste, usted va a portarse como un buen chico, no se va a quitar los tubos y a cambio, me encargaré de que le traigan pudding de chocolate de postre.
-¿Con un chorrito de ron? – preguntó el anciano
-Sin ron. Estamos en un hospital. Pero le prometo doble ración de pudding si hace lo que le he dicho.
-Éstas muchachas deberían aprender de ti – respondió sonriendo el anciano – No saben hacer tratos. Y ahora todo el mundo fuera, que quiero mear.
Diciendo esto, los despachó sin contemplaciones.
Stu había presenciado toda la escena desde la entrada del box, sin atreverse a interrumpir el trabajo de Martha, y mucho menos después de ver lo bien que se manejaba con los enfermos. Al salir, le hizo una seña con la cabeza para que le acompañase a su despacho. Entraron y Stu cerró la puerta con llave.
-Veo que te entiendes perfectamente con el viejo – le dijo acercándose peligrosamente a ella.
-Es un hombre encantador. Sólo hay que saber como tratarle – respondió Martha sin ser capaz de rehuir su cercanía.
-Tienes buena mano con los pacientes – continuó diciendo Stu aproximándose cada vez más a ella.
-Eso… eso dicen – contestó Martha titubeante observando que el espacio que los separaba era cada vez más reducido.
Stu se pegó a su cuerpo y la tomó de la barbilla levantándole la cara.
-Tu también lo notas ¿verdad? Esta corriente de energía que fluye cada vez que estamos cerca, las chispas que saltan cuando nos miramos a los ojos.
Martha asintió levemente con la cabeza. Stu arrimó los labios a los suyos y Martha se perdió en un beso dulce, lento y prolongado, sintiendo la electricidad fluir por cada poro de su piel, circular en cada célula de su cuerpo.
Y en ese momento, lo supo. Supo que nunca más tendría que estar sola en Nochebuena y que esa sería una Navidad diferente.

miércoles, 27 de octubre de 2010

En defensa de "Don Juan"

Se acerca el 31 de octubre. Y empezamos a ver en las tiendas calabazas, disfraces terroríficos y adornos con murciélagos. ¿Por qué?

Cuando yo era pequeña, el 31 de octubre, noche de difuntos, siempre ponían "Don Juan Tenorio" en la televisión. Una grabación de "Estudio 1", en blanco y negro. Una obra de teatro ESPAÑOLA y de un autor ESPAÑOL que tiene relación con la fecha y lo que se celebra.

En muchos pueblos de España, se pasaban meses preparando una representación del Tenorio, que hacían en la plaza del pueblo Manolo el charcutero, Pedro el de la pescadería y Benito, el municipal, entre otros habitantes de la villa.

Y no se hablaba de otra cosa que de "Don Juan" y "Doña Inés".

Lamentablemente, influenciados por otras culturas, estamos cambiando aquello de "No es verdad, ángel de amor..." por unos niños chillones que aporrean las puertas vestidos de cualquier cosa, gritando a pleno pulmón: "¿Truco o trato?" y a los que hay que dar caramelos para quitarselos de encima.

Ya no tenemos un cementerio con los fantasmas de los asesinados por "Don Juan" haciéndole la vida imposible. Ahora tenemos un montón de calabazas luminosas y de vampirillos negros decorando todos los escaparates.

Lo siento. Me gusta José Zorrilla y me gusta "Don Juan Tenorio". Y aunque mis hijos, nietos y demás descendientes se empeñen en celebrar "Halloween", para mi seguirá siendo la noche del Tenorio.

Desde aquí, quiero romper una lanza en favor de "Don Juan".

miércoles, 20 de octubre de 2010

"Decisiones arriesgadas" de Mar Carrión



Bueno... vamos a ver como lo hago, porque en mi vida he hecho ni reseñas ni críticas de nada (como no sea de la ropa que a veces se ponen las quinceañeras)....

Tengo una amiga (bueno, yo al menos la considero mi amiga a pesar de que aun no nos hemos podido achuchar como Dios manda) que se llama Mar Carrión. Hace dos años publicó su primera novela, "Bajo el cielo de Montana", de la que quedé completamente enamorada. Y hoy, por fin, he conseguido su segunda novela recién publicada... y me la he leído del tirón.

Esta es la sinopsis, sacada directamente del blog de Mar:

"La joven periodista Megan Lewis encuentra el cadáver de su vecina cuando pasa a recoger a su perra, un caniche al que Emily cuida cuando ella está trabajando. La mujer ha sido cruelmente asesinada y Megan necesita descubrir la verdad que se esconde tras un crímen tan espantoso.


Derek Taylor, el policía encargado de la investigación, es también un amigo de la víctima que no va a parar hasta esclarecer quién o quiénes son los culpables. Pero mientras él investiga el caso no para de tropezarse con Megan, que no cesa de meter su linda naricita en sitios donde no la llaman.


Lo que ninguno de los dos espera es encontrarse con un caso mucho más complicado de lo que parecía en un principio y donde cualquiera puede estar implicado."


La verdad... no sé como empezar a comentar lo que me ha parecido el libro... porque diga lo que diga me voy a quedar corta. Mar es una artista de la palabra. Sabe expresar con claridad y sencillez cualquier situación, y con una nitidez que hace que el lector sea capaz no sólo de leer la escena, sino de "vivirla". Leyendola notas los olores, oyes los sonidos, sientes la lluvia en la cara...
¿Y que decir de los personajes principales? Derek es un "tipo duro" pero, contrariamente a los personajes masculinos de las novelas románticas, no tiene miedo de expresar sus sentimientos hacia Megan, ni de implicarse emocionalmente con las personas que le rodean, lo cual he de decir que me encanta.
Y Megan, sin embargo, es el extremo opuesto. Por sus circunstancias personales tiene miedo de la dependencia emocional.
Los dos son personajes "reales", con reacciones reales, que te hacen sentir que estás presenciando sus conversaciones o sus encuentros.

En fin... me he reído, he llorado, me he emocionado, me he cabreado, me he impacientado.... y hasta he llegado a gritarle a alguno de los personajes del libro como se grita a un árbitro en un partido de fútbol.

Pero mañana me lo leo de nuevo.... por si me he perdido algún detalle!!!

¡FELICIDADES MAR! Cada día me convenzo mas de que eres una artista.

jueves, 14 de octubre de 2010

El pozo San José

Hoy es un día alegre en mi corazón. Treinta y tres mineros enterrados en un pozo a casi 700 metros de profundidad han visto la luz del día. Han sido dos meses de esfuerzos, de pruebas, de sufrimientos y de dudas. El miedo principal era que el sistema de rescate diseñado no funcionase.

Admiro al valiente que subió el primero a la plataforma, porque se ofreció de "conejillo de indias" para probar el tubo, sin saber si aquello iba a sacarlo a la superficie, o si por el contrario lo dejaría embutido en un cubículo de 60 cm sin apenas aire para respirar.

Admiro al que esperó para subir el último. Esa hora que estuvo completamente solo en la mina, lleno de miedos, de incertidumbre en la mas absoluta soledad.

Admiro a los equipos de rescate, que han luchado con todas sus fuerzas para sacar a los mineros del fondo del pozo.

Admiro a las familias que han estado en el campamento "Esperanza", sin perder la suya propia, anhelando este momento que por fin ha llegado.

Y es en estos momentos cuando se me vienen a la cabeza canciones que he escuchado desde pequeña, como "El pozo Maria Luisa" o "La planta 14", ambas de Victor Manuel, en las que relata las tragedias sufridas por los mineros. ¡Que terrible profesión! ¡Y que mal reconocida!

Los mineros trabajan muchas horas, día tras día, en el fondo de un pozo que se les puede venir abajo, a riesgo de no volver a salir, con el miedo de un derrumbe, con afecciones pulmonares, musculares y óseas para, cuando son mayores y ya no sirven para ese trabajo, quedarse con una jubilación mínima, mientras los señores diputados, senadores y demás politicuchos cobran un sueldo excesivo sin necesidad siquiera de acudir a su puesto. Y con sueldos vitalicios una vez abandonado el cargo. O los futbolistas, con cuyos fichajes millonarios se podría levantar la economía de todo un país tercermundista.

Es triste.... pero el mundo no está hecho para los pobres. No se premia el trabajo efectivo, ni los riesgos laborales. No. Se premia que uno sea más o menos carismático, que tenga mayor o menor poder de convicción de gentes. Que mueva más o menos masas.

Hoy ha habido un milagro. Por una vez las portadas de los periódicos no hablan de un político, ni de un equipo de fútbol o un futbolista, ni siquiera de un famoso mediático. Hoy hablan de gente corriente. De esos mineros que despues de dos largos meses de entierro, de desesperanza y de miedo vuelven de nuevo a la vida.

viernes, 1 de octubre de 2010

Pues aqui estamos

A mis amigas les prometí una sorpresa para el otoño. Y no sé si será o no será una sorpresa, pero he creado este blog con intención de vaciar en él trocitos de mi alma. Pensamientos que corren por mi cabeza. Ideas que se me ocurren. Historias que no he contado nunca a nadie...

Algunas serán alegres y otras tristes. Las habrá largas y cortas. Entretenidas y aburridas. En general, para todos los gustos.

Espero leeros por aquí de vez en cuando. Siempre es bueno estar rodeada de amig@s.

Sed bienvenid@s a vuestra casa...