sábado, 12 de marzo de 2011

SOMBRAS (2)



Cuatro manzanas más adelante, la sombra se detuvo ante una puerta cochambrosa de madera vieja, con los herrajes oxidados, y un antiguo aldabón con forma de cabeza de león que golpeó tres veces contra el soporte metálico.
Al otro lado, unas pisadas arrastradas se acercaban lentamente, con andar cansino y pesado. Una mirilla de madera, protegida por una reja herrumbrosa, iluminó de manera tenue al abrirse el rostro que aguardaba en el exterior, y unos ojos grises escrutaron al visitante.
Sin mediar palabra, la portilla se cerró de golpe casi en el mismo instante que la puerta, con un chirrido de sus goznes, cedía el paso, y la sombra humana penetró en el interior.
La estancia era oscura y gris, apenas iluminada por cuatro candelabros distribuidos en las dos paredes laterales de la estancia. Frente a la entrada, un arco sin puerta daba acceso a las habitaciones más privadas de aquel lugar, vetadas a desconocidos, y protegidas por un gigantesco podenco color canela, que se hallaba tumbado en el suelo a modo de alfombra simulando dormitar, mientras permanecía atento a cualquier movimiento irregular de aquella extraña visita.
El morador de la vivienda no era otro que la vieja Dorila, una encorvada anciana, de largo cabello cano que siempre llevaba recogido con un rodete en la nuca. Nadie sabía con certeza su edad, pero las malas lenguas afirmaban con rotundidad que era incluso más vetusta que el tiempo. Sus manos, antaño fuertes y enérgicas, lucían ahora arrugadas y ajadas por el paso de los años. Apenas levantaba un metro treinta del suelo, y aquellas piernas, que otrora corrían veloces atendiendo los mandados de todo el pueblo, hoy se arrastraban exánimes, sin empuje suficiente para despegar la suela del calzado del pavimento enlosado. Pero si en algo no había hecho mella el tiempo para la vieja Dorila, era para su mirada. Aquellos ojos grises conservaban el brillo de la juventud. Unas largas pestañas enmarcaban su forma ovalada, y, si bien estaban rodeados por una infinita acumulación de arrugas, permanecían perspicaces y vivarachos, con sobrada capacidad para percibir todo su entorno de un simple vistazo.

10 comentarios:

  1. ¡¡Vaya!! ¿¿Quién será la anciana?? Está muy bien!

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  2. Me gusta. Y esa ancianita... no es del todo inocente ¿verdad?

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  3. La sombra está dando mucho de sí, me tiene enganchada, ¡no tengo ni idea de por dónde puede seguir la historia! ¡SIGUE, SIGUE!

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  4. Me temo que el caldero que borbotea sobre el fuego no contiene el cocido del domingo...
    Sigueeeeee...

    Mil besos

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  5. Tengo los dedos ya como muñones,no pares sigue sigue muassss

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  6. Y ahora me dejas con la miel en los labios.......Quiero máaaaaaaaaaas

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  7. Estos párrafos tienen un cierto toque oscuro... está muy, muy interesante. ¿Para cuándo la continuación?

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  8. En cuanto tenga un ratito, prometo escribir más cosas sobre la sombra...

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  9. La anciana me ha dado miedo!! Seguro que esconde algo...

    Vamos a por el tercer trozo.

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