¡¡Hola de nuevo!!
He estado perdida un poco de tiempo. Bueno, vale. Mucho tiempo. Pero hoy me apetecía escribir una entrada en el blog para contaros mi experiencia durante este fin de semana pasado en Oporto. El jueves fue el cumpleaños de mi "gordi" y, para celebrarlo, nos escapamos a la ribera del Duero desde el viernes hasta ayer lunes. Hicimos el viaje en coche ya que, como conducimos los dos, no se nos hace demasiado gravoso y así vamos un poco a nuestro aire. Llegamos a Oporto a mediodía pero claro, hay que contar que allí llevan una hora menos que en España así que estuvimos justo a tiempo para hacer el check-in del hotel.
El hotel elegido, Hotel Spot Family Suites, no fue la mejor opción sin lugar a dudas. Lo tenían calificado como un 4 estrellas, pero desde luego le sobraba como mínimo una. La habitación doble era diminuta, con vistas a unos tejados cochambrosos, con un baño excesivamente pequeño y con un plato de ducha que más bien era un plato de postre por el tamaño. El buffet del desayuno resultó bastante pobre y el personal no se caracterizó por su especial amabilidad. Lo único bueno que le encontré fue que estaba muy cerca de la Avenida dos Aliados y de Rua Santa Catarina, y que estaba limpio. Por lo demás... no vale lo que cuesta, indudablemente.
Ahora, Oporto es una ciudad maravillosa. Incómoda, porque es todo cuestas y escaleras, pero es de una belleza increíble. Mantiene ese encanto decadente de las ciudades antiguas, con un casco histórico muy recogido y donde se puede ir caminando sin problemas a todas partes.
Cuando terminamos de comer (en McDonalds, porque entramos buscando la hamburguesa bifana, especialidad que se supone que solo tienen en ese establecimiento según había visto yo en internet, y que ya no elaboran) nos acercamos a hacer un free tour en el que nos enseñaron y explicaron el centro de Oporto. Después del tour y de una ducha calentita, nos fuimos a cenar.
Las francesinhas, tan famosas en Oporto, no nos entusiasmaron demasiado. Digan lo que digan, no deja de ser un sandwich relleno de todo lo que pilles por la nevera con un huevo frito por encima y bañado en una salsa. No sé... no nos gustó tanto como para repetir. Sin embargo el "bacalao a brás" estaba muy bueno, aunque hay que reconocer que llena un montón.
Al día siguiente emprendimos la visita de la ciudad por nuestra cuenta. Yo llevaba preparados dos recorridos, uno para la parte alta, y otro para la parte baja y la zona de Vila Nova de Gaia. Como somos muy aplicados y salimos pronto del hotel, nos dio tiempo a verlo todo (incluso por dentro) el primer día, y solo dejamos para el segundo la visita a la bodega, cruzar el puente de Luis I, y el mirador de Gaia.
Si hay algo característico en Oporto es el azulejo bicolor en blanco y azul. Hay muchísimos edificios recubiertos de este tipo de azulejo que imita la tan preciada porcelana china y que, tal y como nos explicó Enrique, nuestro guía del free tour (1-2 tours Porto), también cumple la función de aislar de la humedad los edificios.
Capela das Almas
Empezamos por la Capela das Almas, situada en la misma Rua Santa Catarina y a pocos metros de nuestro hotel. Se trata de una capilla pequeña pero muy bonita, con un recubrimiento exterior de azulejos y un interior acogedor que llama al recogimiento. Encendimos una vela por nuestra familia y continuamos hasta la Iglesia de San Ildefonso. De mayor tamaño que la capilla, tiene los azulejos del exterior bastante más deteriorados que esta, aunque el interior está bastante bien conservado. Las vidrieras tienen un color y una luz deslumbrante, los techos son de escayola con apliques y el retablo es barroco. Están haciendo una colecta para reparar el tejado de la iglesia, así que nosotros aprovechamos para dejar un donativo y poner nuestro nombre en una de las nuevas tejas que se van a instalar.
Iglesia de San Ildefonso
Teníamos previsto ir desde ahí a la estación de tren de Sao Bento, que aunque habíamos estado el día anterior con el tour, nos apetecía hacer fotos con tranquilidad, pero como lo nuestro es acabar perdidos, nos equivocamos de calle y fuimos a dar a la muralla y la catedral fortificada, cosas que pertenecían al segundo recorrido y que, ya que estábamos allí, decidimos ver antes de seguir.
La catedral de Oporto (la Sé, como la llaman ellos) es preciosa, pero la parte del claustro es im-pre-sio-nan-te. Está todo alrededor recubierto del típico azulejo y en bastante buen estado de conservación. Por algún extraño expediente X, la foto más bonita que hice al patio del claustro me ha salido en verde y no puedo arreglar la imagen... ¡¡¡¡Pero os prometo que era precioso!!!! Con la entrada se incluía una subida a la torre, y como es algo que me cuesta mucho trabajo pero a lo que no me puedo resistir... subí, como no podía ser menos. Las vistas desde lo alto son una pasada, pero no son las mejores de Oporto.
Claustro superior Catedral de Oporto
Patio del Claustro inferior de la Catedral
Vidriera frontal de la Catedral
Patio del Claustro inferior (visto desde la galería)
Desde ahí volvimos a dirigir nuestros pasos hacia el primer recorrido, visitando la estación de Sao Bento (donde compramos unas mandarinas espectaculares en tamaño, olor y sabor) y subimos a ver la Iglesia dos Clérigos, sin intención ninguna de subir a la torre... nuestro querido guía nos dijo que no merecía la pena porque las vistas más bonitas de Oporto se encontraban al otro lado del río y, después de haber subido a la catedral y con la cola que había para subir a la torre, decidimos olvidarlo.
Estación de Sao Bento
Dentro de la iglesia (es gratuita e independiente de la visita a la torre) había un concierto de música de órgano, así que nos sentamos un ratito en un banco para escucharlo y aprovechar para descansar un poco. La iglesia en sí no tiene mucho, la verdad. No es fea, es bastante luminosa... pero interiormente no tiene gracia ninguna.
Torre dos Clérigos
Desde ahí nos acercamos a ver las iglesias hermanas: la iglesia de los carmelitas y la iglesia do Carmo, ambas separadas por una casa de un metro de anchura que se utilizaba como la casa del sacristán y que ahora está reconvertida en reclamo turístico. Tres pisos de un metro de ancho en el que han hecho una recreación de cómo estaba antes. Nosotros optamos por no entrar. Es que lo de los "remakes" por hacer dinero a costa de los turistas no lo llevo demasiado bien...
Iglesias Hermanas
Cuando salimos pensamos ir a visitar la librería Lello e Irmao, aunque como la fila de gente esperando entrar en ella era bastante larga, decidimos hacer una parada para comer y reponer fuerzas aunque para nosotros era aún un poco temprano. A las 13,15 estábamos entrando en la Galería de París, sitio recomendado por el guía y realmente en cuestión calidad-precio es bastante razonable. A ver... no es para tirar cohetes ¿vale? Y tampoco el mejor sitio donde he comido. Pero por menos de 6€ que cuesta un menú tampoco se pueden pedir milagros. Eso sí: si pides otra bebida aparte del agua que va incluido, te meten un sablazo contundente.
Galería de París (restaurante)
Tras comer, hicimos el segundo intento, también fallido, de visitar la librería, así que la dejamos para el día siguiente. Como todavía nos quedaba mucho día por delante, y ya habíamos visitado todo lo que tenía programado para la ruta número uno y parte de la dos, decidimos seguir con esa segunda ruta hasta donde nos diera margen el día. Empezamos por visitar la iglesia de San Francisco, con sus catacumbas y su museo.
Las catacumbas y el museo fue lo primero que visitamos. La parte de la galería es muy normalita, sin excesos. Las catacumbas me daban muy, muy, muy mal rollo. A pesar de estar iluminadas y de tener escrita la explicación de por qué estaban ahí... no sé, como que no me sentí demasiado cómoda. Además, hay una parte del suelo que es de cristal y a través de la cual se ven los restos del osario... Lo dicho: muy mal rollo.
Iglesia de San Francisco (exterior)
De ahí pasamos a la iglesia y... yo lo titularía "Como cargarse una iglesia preciosa". Un edificio de planta claramente gótica: una nave central y dos laterales separadas por columnas, edificio en forma de cruz, la parte del altar mayor redondeada, los arcos ojivales, las vidrieras de color... todo iba bien hasta que alguien decidió que no le gustaba el gótico y cubrió casi toda la iglesia con madera policromada en oro. Es... cargante. A ver, que yo puedo entender que una catedral se tardaba un montón en construir, que tiene que haber mezcla de estilos... pero con el barroco se han pasado. Hay incluso columnas de piedra recubiertas de esta madera dorada tapando la forma del arco, vidrieras tapadas... Mires donde mires, todo es dorado. Demasiado recargada, para mi gusto.
Iglesia de San Francisco (interior)
Fuente: www.lugaresquevisitar.com
Cuando salimos, nos dimos cuenta de que todavía nos daba tiempo a ver el palacio de la Bolsa. La visita se hace guiada, son 11€ la entrada... y son los mejor invertidos de todo el viaje. Está construido en los terrenos del antiguo convento de San Francisco, por lo que está adosado a la iglesia del mismo nombre (que es la que visitamos anteriormente). Aunque el edificio original del convento estaba en ruinas, al construir este palacio intentaron respetar al máximo la estructura original. Hay muchas salas muy bonitas pero la joya de la corona, el último lugar del palacio que se visita y donde me quedé extasiada con la decoración y la belleza fue en la sala árabe. Todos hemos visto salas árabes: en Toledo, en Aranjuez, en Granada... pero tan grande, tan decorada y tan lucida, yo no había visto ninguna hasta ahora. Podría ser perfectamente utilizada como salón de bodas, o sala de baile. De hecho, nos dijeron que se alquila para eventos privados aunque el precio es prohibitivo para bolsillos como el mío.
Palacio de la Bolsa - Sala oriental
Al salir del palacio nos bajamos a dar una vuelta a la ribera del río y para subir de nuevo hasta la zona de la Sé utilizamos el funicular (otros 3€ bien invertidos porque yo me consideraba a esas alturas incapaz de volver a subir la cuesta o "trepar" por esas escaleras infernales).Y desde ahí, otra vez todo hacia arriba hasta llegar a nuestro hotel, en la parte más alta de Oporto.
Funicular Oporto
Para los que sois de cenar tarde, os informo que allí se sigue el horario europeo: se come pronto y se cena aún más pronto. Así que a las 8,30 estábamos listos para bajar a cenar. Intentamos cenar en Bulha, pero no teníamos reserva y es un restaurante que tiene 4 mesas (literalmente) así que no había sitio, y ellos mismos nos recomendaron otro muy cerca, una "churrascaría" llamada Vaccarum en la que cenamos bastante bien. Y como era un buen día para irnos a tomar una copichuela, nos subimos a la planta 17 del hotel Dom Henrique, al bar 17th level, donde disfrutamos además de unas excelentes vistas de la noche portense.
Menudas vistas ¿eh? Y las copas a un precio razonable
El domingo sólo teníamos pendiente la visita a las bodegas y la zona del mirador de Vilanova de Gaia, así que nos tomamos el día con calma y bajamos paseando con tranquilidad hasta la ribera para cruzar el puente de Luis I por abajo. De camino, nos encontramos con una iglesia que tenía en su fachada al "Santísimo Cristo de los Playmobil", como decidí llamarle.
¿Tengo o no tengo razón?
Los que me conocéis sabéis lo que me gustan las motos... y para mi delicia, nos encontramos con una concentración motera nada más cruzar el río. Había de todo tipo: deportivas, de carretera, custom, clásicas, más grandes, más pequeñas... incluso una estilo II Guerra Mundial con sidecar. Reconozco que disfruté como un gorrino en una charca. Tras repasar los carteles anunciadores de todas las bodegas, nos decantamos por una que tenía también las explicaciones en castellano, y que resultó ser una bodega de origen portugués pero que había comprado una empresa española. Hicimos la visita por la bodega (que no estuvo mal, pero al final te das cuenta de que está todo preparado para el turista y que no visitas una bodega "real" ni de lejos) y luego la cata de vinos correspondientes. No están malos... pero me siguen gustando más los vinos españoles. Donde esté un Cartojal o un Pedro Ximénez, que se quiten los de Oporto.
A la salida, a comer en Casa Dias, un lugar que yo había visto en internet con muchas buenas opiniones y que, por fortuna, estuvo a la altura de las expectativas. El menú del día en festivo son 15€, y hay poca variedad de platos (Sopa de primero, y dos segundos a elegir). Pero tengo que reconocer que era comida casera portuguesa, nada de esos restaurantes preparados para turistas, sino un estilo casa de comidas para lugareños. La comida, buenísima (y distinta de todo lo "turístico"), la atención, exquisita... y para ser dos personas solas las que llevan la atención a las mesas (una madre y una hija que es quien lleva el peso del trabajo) son rápidas, eficaces, amables y no pierden jamás la sonrisa. Ya podían muchos de los que se autodenominan "profesionales de hostelería" aprender de estas dos mujeres.
Me estoy dando cuenta de que la entrada es larguísima, pero si has llegado leyendo hasta aquí es que te interesa la información así que...¡ánimo, que ya queda poco!
Nuestra intención era subir a la parte alta de Gaia en el teleférico que va desde la ribera hasta cerca del Jardín do Morro... un tramo de unos 500 metros (no más), pero sinceramente, 6€ por un trayecto tan corto cuando todavía estábamos "frescos" nos pareció un abuso, así que optamos por la subida a pie... ¡y qué subida! Si me quejaba yo de las cuestas que hay en Oporto, la subida desde la ribera del río hasta la parte alta de Gaia es como el ascenso al Everest (vale, igual no tanto...). Pero una vez arriba... uffffffffff, ¡qué vistas! y las que hay desde el Jardín do Morro son preciosas pero si subes un poco más hasta el Monasterio de la Sierra del Pilar, ya no hay nada que te tape la visión y la panorámica que obtienes es increíble. Si afinas el ojo, llegas casi casi a ver la desembocadura del Duero (que no la ves porque el río hace una curva al final, pero bueno...)
¿A qué compensa subir?
Y aquí la prueba de que subí yo y no es una foto de internet
Después de tanta subida y tanta bajada, estábamos ya agotados así que optamos por irnos derechos a descansar un rato al hotel antes de cenar. ¡Ilusa! Tengo que reconocer que las callejuelas me pierden, y subimos por otro camino diferente al habitual, dando un "pequeño rodeo", con lo que llegamos al hotel justito para la ducha rápida y la cena. Al final, lo de entrar en la librería tuvimos que obviarlo. Siempre estaba llena de gente y para no ver nada más que cabezas, preferí dejarlo. Eso sí: la foto en la puerta que no falte.
Como estábamos agotados (sobre todo yo) elegimos un restaurante llamado Bop que estaba muy cerquita del hotel. Mi "gordi" cenó una hamburguesa, y yo me comí la mitad de sus patatas y nada más. Entre que el camarero era bastante desagradable, que pedí dos platos y no tenían ninguno de los dos (era ensalada ¿eh? no penséis que había pedido yo aquí una delicatessen de esas exóticas), y que cuando pedí el baggel me lo trajeron con miel sin que viniera indicado en la carta, y soy alérgica, decidí no arriesgarme y no pedir nada de cena.
El lunes por la mañana dejamos el hotel, no sin antes dejar constancia de la disconformidad con la relación calidad-precio y con la habitación, y pasamos por Foz do Douro a hacer unas fotos del faro antes de volver hacia Madrid.
Faro de Foz do Douro
Datos a tener en cuenta:
1.- Si vas con un coche de matrícula española, intenta dejarlo dentro de un parking (porque suelen romper el cristal para robarlos)
2.- Calzado cómodo, que no digo yo que no te pongas tacones, pero si no tienes costumbre... mejor no.
3.- Si vas en coche hasta Oporto ¡ojito a los peajes! Hay muchas web donde indican los distintos tipos de peaje y las diferentes formas de pago. Yo opté por asociar una tarjeta de crédito, que es lo más cómodo y sirve para un mes. Hay muchas web con información pero si quieres que te lo explique, lo haré con gusto.
4.- Oporto es una ciudad húmeda y con un alto índice de lluvia. Aunque nosotros tuvimos muchísima suerte y no nos llovió nada más que el día de vuelta, es algo a tener en cuenta a la hora de preparar el equipaje.
Espero que esta mini guía de viaje os sirva para algo. Si tenéis alguna duda o queréis hacer alguna pregunta relativa a la estancia, estaré encantada de responder.
Y, cómo no, tengo que dejar constancia de que este viaje lo hice con mi gordi, mi compañero de vida, mi marido, el pobre insensato que me aguanta cada día y a quien quiero con locura.
(Odio los selfies)
He descubierto que me gusta hacer guías de viaje así que... esta es la primera pero no será la última.
¡Hasta la próxima!